martes, noviembre 30, 2010

Extraña

Me detuve a mirar a esa mujer q caminaba por la calle,
pensativa como preocupada por algo...
esa mujer tenia algo, pero no note que era realmente,
la expresión en su rostro decía tantas cosas…
Mientras fumaba ese cigarrillo también se consumía su vida.
Mientras paseaba su arrogancia, su falsa modestia, disfrazada de felicidad, note que había algo que no podía disimular, algo que ese rimel barato no podía ocultar… era la tristeza de sus ojos…
El dolor de una vida vacía,
de un cielo sin sol,
de una película sin fin,
de una obra sin aplausos…
de la soledad de la noche…

Me pregunte que querría esa mujer, mientras sonreía y saludaba sin mezquinar simpatía.
Una mujer así solo puede querer una sola cosa pensé…
pero no me animé a seguir pensando…
quería dejar de mirarla, hacer de cuenta que no estaba ahí, que yo no la estaba mirando, que sus ojos se fueran y que sus piernas desaparecieran, pero cada vez caminaba más rápido.
En el instante q pude pensar, me vi persiguiéndola.
Caminaba tan rápido que me quede sin aliento, no la podía seguir.
¿Se habría dado cuenta que la miraba con demasiada atención?
¿estaría asustada?
… o simplemente no quería cruzarse conmigo.
Era lo más sensato (yo tampoco hubiese querido cruzarme conmigo)
Me quede contemplando su figura mientras se alejaba.
Pero me di cuenta que ese era el momento, y que no lo tenía que dejar pasar.
La seguí, cada vez caminaba más rápido,
y sí más rápido caminaba mi estúpida obsesión de alcanzarla aumentaba.
La seguí mucho tiempo, perseguí a una completa extraña, para preguntarle cualquier cosa, solo para mirar esos ojos aunque sea unos segundos.
Vi cambiar el color de su cabello y vi su cuerpo marchitarse, sus faldas alargarse y sus calidos colores apagarse.
Se nos iba la vida, caminando a ningún lugar.

El día que por fin se detuvo fue enfrente de mi casa. Entro corriendo y sin pedirme permiso se metió en el baño. No entendí porque estaba en mi casa. Cuando la alcance, ella me miro.
Sus ojos quebraron mi alma, quede deshecha.
Ahora sabía que tenía ella, era fuerza. La fuerza del dolor.
Cuando pude vencerla, la encerré.
Y todavía sigue ahí.
En las mañanas la escucho despertarse, en las tardes cantar,
y por las noches llorar.

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